Gracias a mi amigo F, que me obsequió con ella, leí "La migraña", la única novela –novelita, inconclusa, además– de Antonio Alatorre, sobre el descubrimiento de su propia sexualidad, la típica novelita coming of age. No tiene desperdicio.
La suya es una de esas poca prosas de la lengua castellana que palian el daño causado por las cursiladas a las que se le adjudica, errónea o malamente, el título de literatura, y, también, el todavía peor daño de la pésima prosa, a la que se le tilda de periodismo, cuando en realidad no hay ni dos palabras bien engarzadas.
Va mi línea favorita, donde demuestra su creatividad lingüística (p.37):
"(Cuando supe que eso se llamaba migraña, el nombre acabó por parecerme muy adecuado: tiene algo del tigre y algo de la piraña, su rapidez y su movilidad, su ferocidad y ensañamiento, y aun su belleza. Migraña, piraña, tigraña.)"