May 31, 2007

May 30, 2007

Some sunny day!


The newest play by Tom Stoppard is already in Berlin. Not just in Berlin but in the awesome Renaissance Theater, which still looks like in the 20's. It depicts the "Rock 'n' Roll Revolution" fought underground by The Plastic People Of The Universe in Prague between 1968 till the "Velvet Revolution" in 1989.

A Ph.D. student leaves Cambridge for Prague in order to support his own people after the invasion of the Varsovian Pact troops. He is a big fan of The Velvet Underground, Pink Floyd and, of course, of The Plastics. Stoppard reflects the political views of the 20-odd years between 1968 and 1990 in the music preferences of this romantic idealist: starting with Syd Barrett and ending with a massive concert of The Rolling Stones in Prag.
A very rich theater piece, which now I intend to read, before I watch it again.

Everyday is said that the X-Generation lacks of ideals. I won't discuss it now. But we all notice a lot of noise against the G8 meeting in Heiligendamm. Not just anticapitalists are trying to stop it, but even stars like Bono are drawing attention to some incoherences of this group. Some like to compare the underground activity of the Plastic People Of The Universe with the increasing and worldwide popular Live8.

(...)
We would meet again
Some sunny day
(...)
Does anybody else in here
Feel the way I do?
Pink Floyd ("Vera")

May 28, 2007

Absolut Skype


There's a guy who lives upstairs. His is a nice flat, actually a penthouse with wooded columns and slanting ceilings. Since I lack of a TV and wanted to watch a soccer game, I went to him. He was practicing the ultimate kind of Vodka-drinking-style I know: His mate was in München, and they were getting drunk through Skype + webcam. As for music he is listening to Regina Spektor's Bartender:
Come on, bartender, won't you be more tender?
Gimme two shots of whiskey, and a beer chaser
¡Salucita!

May 24, 2007

Laurence Olivier: St. Crispin's Day Speech

Historiografía pop II

Reseña de los libros de Michael Burleigh (1) Poder terrenal. Religión y política en Europa: de la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial y (2) Causas sagradas. Religión y política en Europa: de la Primera Guerra Mundial al terrorismo islamista publicada en la edición mexicana de "Letras Libres", mayo de 2007.

LETRAS LIBRES /  (De click para agrandar)

Poder terrenal

En el epicentro de una sociedad democrática se acusó de impiedad religiosa a Anaxágoras, Sócrates y Aristóteles porque sus doctrinas se oponían a las creencias de la mitología oficial. Pericles salvó a Anaxágoras del cadalso, Sócrates apuró la mortífera cicuta, y Aristóteles se exiló para impedir a los atenienses un nuevo crimen contra la filosofía. Por una confusión entre política y religión, los gobernantes desestimaron apologías y argumentos. Y en carne propia, fueron los filósofos quienes padecieron las primeras emboscadas de este galimatías hoy bien conocido: la ambición política en sotana, y el coqueteo político de la religión.

Pasados los siglos y milenios, estos quebrantos desempeñan todavía un papel decisivo en la manera como entendemos la historia: tras el septiembre neoyorquino siguen retumbando en la conciencia planetaria las aleyas del Corán, con todas sus repercusiones en los espectros político, social y académico. En esta coyuntura, el profesor Michael Burleigh ha estudiado los sucesivos amasiatos y divorcios de la política y las confesiones cristianas durante los últimos dos siglos. En Poder terrenal inquiere la religiosidad civil decimonónica, que se espesa sobre todo en los mitos y monumentos del Estado-nación.

Religión y política son vasos comunicantes, qué duda cabe. Pero Burleigh va más allá al destacar cómo las políticas europeas radicales se han transformado en silabarios religiosos, y cómo diversas formas religiosas del cristianismo se han escrito en alfabetos políticos. A caballo entre la historia de las ideologías europeas más nefandas y las principales concepciones cristianas, Poder terrenal rastrea el concepto comunidad sentimental: donde haya “una comunidad sentimental en la que la resonancia emotiva [sea] la norma” (p.15), allí habrá un foco religioso, y por tanto, una pulsión política.

Según Burleigh, todo esfuerzo por extirpar la religiosidad –sea un instinto individual, sea la amalgama sentimental de la sociedad– es un mero ejercicio de sustitución. Los intentos históricos por desterrar la religión de la vida pública desembocan en la paradoja de convertirse ellos mismos en dogma y observancia, incluso si su atmósfera natural fuera el ateísmo. Así, los empeños por despojar a los pueblos europeos de sus creencias religiosas han hecho proliferar los sucedáneos civiles: jacobinismos, fascismos.

Burleigh muestra el desarrollo de las “religiones políticas o seculares”, cuyo arco se extiende desde Tomasso Campanella –quien acuñara la expresión– hasta Eric Voegelin –quien la popularizara.

El dilatado siglo que se prolonga entre la Revolución Francesa y la Primera Guerra Mundial hundió sus raíces en las aguas del protestantismo cultural y recibió las tormentas ácidas de la industrialización. Como los filósofos acusados en la antigua Grecia, también la modernidad libró una batalla intelectual en el campo políticorreligioso. Burleigh da cuenta tanto de la secularización europea posterior a la Revolución Francesa como de las mitologías civiles sustitutivas de los credos católico y ortodoxo: la parafernalia jacobina, los mesianismos políticos, los altares patrios, el socialismo utópico, la anarquía violenta, y otras expresiones que a lo largo del xix forjaron o blindaron, según el caso, “comunidades sentimentales”, salvo los breves respiros espirituales de la Restauración y el Romanticismo.

Poder terrenal se antoja menos de pluma anglosajona que de una continental. Si bien su arquitectura es sólida, molesta al lector descubrir la infraestructura desnuda de la investigación, mal disimulada. Por ello resultan innecesariamente exuberantes muchas de sus páginas. La erudición de Burleigh reluce en el manejo de los grandes temas e incluso en las ilustraciones, ora cotidianas y actuales, ora cultas y refinadas, pero es también un caballo desbocado que lo deja a uno molido. La inserción de biografías, la recensión de tratados o textos literarios y la multiplicación de pequeños relatos ahogan aquí y allá los argumentos. Donde uno querría encontrar motivos, el autor acumula anécdotas –se sabe de antemano que un libro de carácter general como éste es sólo un otero, pero aún así fastidia atisbar una jungla de ejemplos en lugar de una llanura discursiva.

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Causas sagradas

Si Poder terrenal revela una malhadada cojera, Burleigh se desnorta en Causas sagradas hasta romper el proyecto original: exhibe más su capacidad investigadora, compiladora y descriptiva, y menos la agudeza de su ingenio o la fuerza de su imaginación. A pesar del desacierto de multiplicar ad infinitum las historietas, el primer volumen defiende una tesis central; al segundo, en cambio, le falta su columna vertebral. Collage de anécdotas, rimero de opiniones blandas, poso de lugares comunes, la exuberante información de Causas sagradas desafía más los archivos electrónicos de Wikipedia que una lectura inteligente o, al menos, exigente. Aunque ya al inicio prometa revisar “la politización de la religión” y “la sacralización de la política” (p.18), el autor sencillamente se ocupa de amasar todos los momentos en que religión y política se (des)encontraron los últimos noventa años… cristeros incluidos.

Después de varios cientos de páginas, el estilo pauljohnsonesco se torna monocorde. Si bien esto conlleva una lectura veloz, el campechanismo del historiador llega a irritar, como cuando con rigor desajustadamente académico –eso pretenden las innumerables anotaciones y referencias bibliográficas– califica a Primo de Rivera de “dirigente playboy” (p.177) o nos cuenta que a propósito de los ataques al World Trade Center estuvo 36 horas continuas frente al televisor (p.529). Viene entonces al dedillo el oxímoron de Mies “Menos es más”, en cuanto menos desenfado y menos digresiones habrían pulimentado el trabajo.

Autor de varios libros sobre la Alemania nazi, no sorprende que Burleigh dedique la primera mitad de éste al mismo tema. Pero sí sorprende que otorgue pocas páginas al proyecto prometido de mostrar la deificación del Estado nacionalsocialista (lo cual había ensayado ya en The Third Reich: A New History, 2001), y prefiera analizar por extenso las críticas de las iglesias a la barbarie hitleriana y a los antisemitismos nazi, de Vichy y otros más al este. Entre las complicadas marañas decimonónicas había hecho descollar ya la figura de León xiii, y ahora se torna un cuasi apologeta de Pío xii y de los bríos vaticanos contra el nazismo y el estalinismo. Esta aproximación al pontífice Pacelli y su tiempo resulta llamativa, pues el agnosticismo confeso del británico Burleigh no le impide ocultar sus simpatías por la Iglesia Católica.

La otra mitad del texto versa sobre la Guerra Fría y la caída del marxismo, la época del 68 y sobre el terrorismo, sea nacionalista europeo (ira, eta), sea del fanatismo islámico. El tono híbrido entre un academicismo vago y un periodismo de sensación se mantiene incólume, es decir, la lectura resulta interesante, en el sentido más laxo de la palabra. Antes de concluir se plantea una serie de preguntas abiertas para el futuro de Europa, el albergue de quince millones de musulmanes (el tres por ciento de la población), suficiente para que reciba el mote de Eurabia.

Los filósofos griegos fueron los primeros en sufrir los embates de la confusión politicorreligiosa, viva incluso en nuestras épocas a pesar del extrañamiento constitucional entre la Iglesia y el Estado en tantos países. Valdrá acaso la pena fijar de nuevo la atención en Francia, la nación primogénita de la Iglesia y la primera en apostatar, ante todo en el candidato presidencial que ha fantaseado un nuevo maridaje entre el trono y el altar, so presión de la media luna. Lo cierto es que en los días del preocupante terrorismo –esa confusión política, religiosa, mental… vital–, un ciudadano no puede prever si su muerte será inocente y socrática, si logrará escapar oportuna, aristotélicamente, o si la períclea reacción policiaca le salvará el pellejo.

May 20, 2007

Helvetica


50 años de vivir sitiados por Helvetica. ¿Hay que celebrarlo? No es tipografía de mi devoción pero es imposible no verla a diario. Es práctica, sencilla, muy útil, casi ideal, para leyendas breves, tal vez de una sola palabra.

Enfada mucho saber que los gringos hicieron una mala copia y que, obtusamente,
Windows se encargó de globalizar y dárnosla hasta en la sopa: la patética y malhadada Arial.

Ayer un grupo reducido de tipógrafos en Berlín tuvo acceso
a Helvetica, el documental de Gary Hustwit. Sólo viéndolo (o el trailer) caigo en la cuenta de que el inicio de la novela Berlin-Alexanderplatz, escrito en la fachada del edificio del Bundesministerium für Umwelt, Naturschutz und Reaktorsicherheit usa este tipo, entre otros ejemplos.

Cuánta falta hace agudizar la mirada.


(El dilema de las últimas semanas ha sido: ¿Baskerville o Garamond?)

Berlin rules!


Después de haber visto a una compañía de danza de Georgia ensayar sobre las irregulares baldosas de la Kulturbrauerei, caminamos hasta Bebelplatz. Unter den Linden. Es sábado, son las 7 de la tarde. Muchos BMW blindados. Llama la atención la placa de uno: "B | AA 2007". ¿Será de Joachim Sauer, profesor de la universidad y esposo de Merkel?

El ambiente de Bebelplatz me hace imaginar los conciertos al aire libre de Café Tacuba y Juan Gabriel en el Zócalo. El ambiente, sin embargo, es muy diferente. Comienzan los acordes de Manon, de Jules Massenet. Dirige la orquesta Barenboim, canta Anna Netrebko, falta Rolando Villazón. Wowereit debe estar muy contento, después de haber comido en New York con Bill Clinton, después del éxito neoyorquino del Berlin Day, y ahora, sentado en el palco de honor, conversa con Schöberl, el director de "Comunicación y Política" de BMW.
(¿Quién decía que preferiría tener como gobernante al Peje que a Wowereit?)

¡Berlín es Berlín es Berlín!

May 16, 2007

Aristotle as sommelier

"Aristotle the philosopher, being 62 years of age, became sick and weak in body, and there remained little hope of his life. The whole band of his followers then waited upon him, requesting and entreating that he would himself appoint a successor to his office and school to whom, after his decease, they might apply themselves as to himself, in perfecting those studies in which they had hitherto been instructed by him. There were at that time many in his school who were very accomplished, but two of particular merit, Theophrastus and Eudemus. In talents and learning these exceeded the rest. Theophrastus was from the island of Lesbos, Eudemus from Rhodes. Aristotle replied that he would comply their request, as soon as an opportunity presented itself. A short time after, when all those were present who had consulted him about their future master, he said that the wine he was drinking did not suit his health; it was disagreeable and harsh; he must therefore look out for some foreign wine, from Rhodes or from Lesbos. He begged they would provide him with some of each sort and said that he would use that which agreed with him best. They hasten to find, procure and bring him these wines. When Aristotle, calling for the Rhodian, tastes it, "This", says he, "is a strong wine, and palatable". He next asks for some Lesbian and tasting that too, "Each", says he, "is certainly a good wine, but the Lesbian has the sweeter flavour". When he said this, it was evident to all that, with ingenuity and modesty, he had fixed not upon his wine, but his successor; namely, Theophrastus the Lesbian, a man equally remarkable for the charms of his eloquence and his good conduct. Not long after, Aristotle dying, they all became the followers of Theophrastus".

Aulus Gellius
(13.5 = Eud. fr. 5W)

Translated by W. Beloe (1795)

May 14, 2007

On philosophical beauty

He [Eudemus of Rhodes] urged his students to be generous in dispensing philosophy. He said: "Take as model the practice prevailing in Assyria. The practice there is that the beautiful daughters of its inhabitants send their dowries to the ugly ones so that these can be in demand for their wealth just as the beautiful ones are in demand for their beauty. You, my students, are in demand for [your] philosophy; give, then, liberally some of it to the ignorant so that they can benefit from it and so that your excellence become manifest and your philosophy bear fruit among them!"

"Sayings of Eudemus" (#5) from The Depository Of Wisdom Literature"

A handsome German Philosophy student | An ugly German Philosophy teacher

May 9, 2007

Las sorpresas de Naica


En julio de 1994 fui a Naica, Chihuahua. Recuerdo la visita a la mina, el canal privado de televisión y el rasgar de la guitarra bajo la luna. Apenas esta semana, tras la publicación del artículo a cargo del equipo de geólogos que preside el Prof. Juan Manuel García-Ruiz (Universidad de Granada), me entero de que allí se encuentran los cristales más grandes del mundo.

En 1910 se descubrió la "Cueva de las espadas", que se encuentra a 120 metros bajo la superficie. Los cristales parecen mandobles, que como el de Carlomagno, llegan a medir hasta dos metros de largo. La fama de esa cueva se extendió con rapidez. Las mejores piezas fueron extraídas y transportadas a museos.

En abril de 2000 se descubrió, sin embargo, a 300 metros de profundidad, otra cavidad aún muy poco explorada por el calor excesivo que lo cuece a uno e inhabilita los aparatos electrónicos. Hace poco, sin embargo, se superaron esas dificultades técnicas: ahora hay fotos y un video disponibles.

Ojalá que no surja una situación política o comercial que estropee estos trabajos.


May 3, 2007

Juke Box Love Song

by Langston Hughes



I could take the Harlem night
and wrap around you,
Take the neon lights and make a crown,
Take the Lenox Avenue busses,
Taxis, subways,
And for your love song tone their rumble down.
Take Harlem's heartbeat,
Make a drumbeat,
Put it on a record, let it whirl,

And while we listen to it play,
Dance with you till day—
Dance with you, my sweet brown Harlem girl.

After

by Franz Wright

Where I am going now
I don't yet know:
I have, it appears, no destination, no plan.
In fact no particular longing to go
on anymore, at the moment, the cold
weightless fingers encircling my neck
to make me recite, one more time,
the great reasons for being alive.


Permanent address: unknown.
In the first place, we are not convinced
I exist at all. And if I have
a job


it is to be that hour
when the birds who sing all night long wake
and cease one by one,
and the last stars blaze and go out.


It is to be the beam of morning in the room,


the traveler at your front door;
or, if you wake in the night,
the one who is not
at the door.


The one who can see, from far off,
what you hiddenly go through.


The hammer's shadow in the shadow of a hand.


No one,
and the father of no one.

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