Roberto Gaviria Cobaleda
Contado por Hermilda Gaviria, madre de Pablo Emilio Escobar Gaviria:
Mi papá [Roberto Gaviria Cobaleda] vivía en Cañasgordas y llegó a ser alcalde del pueblo, pero sobre todo fue contrabandista. En Urabá compraba whisky, lo traía por entre el monte en un ataúd, con todo y comitiva de deudos, cuatro señoras y señores vestidos de negro, que lloraban al pasar por los resguardos de rentas. El ataúd lo enterraba en el cementerio y por la noche, cubierto por la oscuridad, sacaba la caleta y la llevaba a una tienda donde perforaba huevos, les sacaba la yema y la clara, les inyectaba el whisky, y los vendía a los bebedores. Como los sapos [chismosos] han existido toda la vida, lo delataron. Pero alguien alcanzó a alertarlo: vea, don Roberto, pilas, que lo tienen en la mira, lo tienen analizado. Pero don Roberto, como si no hubiera oído, salió como de costumbre con su cajón y lo llevó al cementerio a darle cristiana sepultura. Enmedio de la ceremonia le cayeron: "¡Queda preso!" "¿Y por qué? ¿Y yo qué he hecho?" "¡Usted trae contrabando!" "Yo no traigo contrabando." "¿Y qué trae usted ahí?" "Nada, yo no traigo nada." "Lo vamos a abrir." "Ábralo." Lo abrieron y vieron el cajón lleno de piedras. Y, decepcionados, dijeron: "No, este no es contrabandista, este es un viejito loco".
Alonso Salazar, La parábola de Pablo, p.37
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