Dionisio Pulido y Paula Rangel de Pulido, testigos del nacimiento del Parícutin.
Mira esa nariz de Paula, esa sonrisa franca y abierta, los dientes un poco dislocados hacia adentro, la ceja gruesa, la mata abundante, la piel apergaminada y la alegría inmensa que le descubre el rostro.
Ve esa pose de Dionisio, fotografiado por el berlinés Walter Reuter, esa manera de sentarse a descansar y terminar su cigarro. ¿Será un Faros o un Delicado, versión original? Observa la camisa elegante y limpia, abotonada hasta el cogote, el detalle de la cadena que cuelga. El ademán con que sostiene la herramienta de trabajo contrasta con el estar en cuclillas: el cuerpo descansa, la mano está presta para trabajar de nuevo, para arar esa tierra, también apergaminada y quebrada por el Parícutin.
Olvídate de Juan Rulfo, lee a Dionisio Pulido:
Mira esa nariz de Paula, esa sonrisa franca y abierta, los dientes un poco dislocados hacia adentro, la ceja gruesa, la mata abundante, la piel apergaminada y la alegría inmensa que le descubre el rostro.
Ve esa pose de Dionisio, fotografiado por el berlinés Walter Reuter, esa manera de sentarse a descansar y terminar su cigarro. ¿Será un Faros o un Delicado, versión original? Observa la camisa elegante y limpia, abotonada hasta el cogote, el detalle de la cadena que cuelga. El ademán con que sostiene la herramienta de trabajo contrasta con el estar en cuclillas: el cuerpo descansa, la mano está presta para trabajar de nuevo, para arar esa tierra, también apergaminada y quebrada por el Parícutin.
Olvídate de Juan Rulfo, lee a Dionisio Pulido:
“A las 4 de la tarde, dejé a mi esposa al fuego de la leña cuando noté que una grieta, que se encontraba en uno de los corrales de mi granja, se había abierto y vi que era una clase de grieta que tenía una profundidad solamente de la mitad de un metro. Me fijé alrededor para encender las brasas otra vez cuando sentí un trueno, los árboles temblaban y di vuelta para hablar a Paula; y fue entonces que vi cómo en el agujero la tierra se hinchó y se levantó 2 ó 2.5 metros de alto y una clase de humo o del polvo fino -- gris, como las cenizas -- comenzó a levantarse para arriba en una porción de la grieta que no había visto previamente. Más humo comenzó inmediatamente a levantarse con un chiflido ruidosamente y continuó y había un olor de azufre. Entonces me asusté grandemente e intenté ayudar a la yunta del buey. Fue así que atontado sabía apenas qué hacer o qué pensar y no podía encontrar a mi esposa, o a mi hijo, o a mis animales. Al último vino a mis sentidos y recordé al Señor Sagrado de los Milagros. Grité: "Señor Bendecido de los Milagros, usted me trajo a este mundo".
Entonces miraba en la grieta adonde se levantaba el humo y mi miedo desapareció por primera vez. Me apuré para ver si podía salvar mi familia, mis compañeros y mis bueyes, pero no podía verlos. Pensé que deben haber llevado los bueyes al rancho para el agua. Vi que no había agua en el rancho y pensé que el agua se había ido debido a la grieta. Me asustaron mucho y monté mi yegua a galope a Parícutin donde encontré a mi esposa e hijo y amigos que me esperaban. Estaban asustados por que creyeron que estaba muerto y que nunca me verían otra vez”.
¡Larga vida a Dionisio Pulido, mi único héroe!
Observación: tanto el testimonio de Dionisio Pulido como el acta de nacimiento del volcán hablan de Parícutin en esdrújula, no de Paricutín.
Observación: tanto el testimonio de Dionisio Pulido como el acta de nacimiento del volcán hablan de Parícutin en esdrújula, no de Paricutín.
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